martes, 11 de febrero de 2020

ETHOS, AGATHOS, ARETÉ (Segunda parte)

Chic@s les dejo el material que vamos a trabajar el viernes en clase, llévenlo en sus teléfonos por favor.

¿Qué es la Ética?

La ética es el estudio filosófico de la conducta humana. Procede del vocablo ēthos que significa carácter, modo de ser, que se deriva a su vez de éthos, que se traduce por hábito, costumbre. En la Grecia clásica, la reflexión ético-filosófica tuvo como punto de partida la constatación de que el hombre aspira al bien, y de que esa aspiración es el motor de toda su actividad. No hay acción ni deseo humanos que no miren a un bien, y sólo se puede hablar de bien en sentido práctico si se trata de un bien realizable a través de la acción. Ningún hombre cuerdo actúa para hacerse miserable o desgraciado. Pero como a la vez es indudable que los hombres realizan a veces acciones de las que después se arrepienten, es más exacto decir que la acción y el deseo humanos miran siempre a un bien o a algo que parece un bien. Surge así la distinción entre el bien verdadero y el bien aparente, entre lo que en verdad es un bien y lo que parece ser un bien sin serlo en realidad, porque más tarde se comprueba que es un mal. 
La ética, como estudio filosófico de la conducta, presupone la conducta. La vida moral es lo primero; la reflexión filosófica sobre ella viene después. Esto significa que el objeto de la ética, así como la necesidad de estudiarlo, no es puesto por otro saber, con el que la ética debiera enlazarse deductivamente o, en todo caso, especulativamente. El problema moral se plantea originariamente por sí solo o, mejor, surge porque el hombre es un ser moral, y lo es antes de ser un estudioso de ética o de cualquier otra disciplina filosófica. La ética goza por tanto de un punto de partida propio y específico, que se puede llamar experiencia moral. La experiencia moral de los hombres y de los pueblos comprende ideas y juicios morales, costumbres, instituciones, leyes, sanciones, etc. Pero lo que constituye el núcleo de la experiencia moral, que se presenta a cada hombre como un dato de hecho de gran importancia para la posterior reflexión ética, es el ejercicio directo de la razón práctica. 
El ethos del grupo social está sometido a una cierta evolución, que normalmente no tiene un carácter de ruptura, ya que responde más bien al hecho de que el cambio de las circunstancias y condiciones de vida muestra que determinados fines compartidos por todos (justicia, igualdad, etc.) admiten o requieren ahora una forma diferente de realización concreta. 
De la Virtud. Aristóteles.
Comencemos por sentar, que toda virtud es, respecto a la cosa sobre que recae, lo que completa la buena disposición de la misma y le asegura la ejecución perfecta de la obra que le es propia. Así, por ejemplo, la virtud del ojo hace que el ojo sea bueno, y que realice como debe su función; porque gracias a la virtud del ojo se ve bien. La misma observación, si se quiere, tiene lugar con la virtud del caballo; ella es la que le hace buen caballo, a propósito para la carrera, para conducir al jinete y para sostener el choque de los enemigos. Si sucede así en todas las cosas, la virtud en el hombre será esta manera de ser moral, que hace de él un hombre bueno, un hombre de bien, y gracias a la cual sabrá realizar la obra que le es propia. 
En toda cuantidad continua y divisible, pueden distinguirse tres cosas: primero el más; después el menos, y en fin, lo igual; y estas distinciones pueden hacerse o con relación al objeto mismo, o con relación a nosotros. Lo igual es una especie de término intermedio entre el exceso y el defecto, entre lo más y lo menos. El medio, cuando se trata de una cosa, es el punto que se encuentra a igual distancia de las dos extremidades, el cual es uno y el mismo en todos los casos. Pero cuando se trata del hombre, cuando se trata de nosotros, el medio es lo que no peca, ni por exceso, ni por defecto; y esta medida igual está muy distante de ser una ni la misma para todos los hombres. Veamos un ejemplo: suponiendo que el número diez represente una cantidad grande, y el número dos una muy pequeña, el seis será el término medio con relación a la cosa que se mide; porque seis excede al dos en una suma igual a la que le excede [44] a él el número diez. Este es el verdadero medio según la proporción que demuestra la aritmética, es decir, el número. Pero no es este ciertamente el camino que debe tomarse para buscar el medio tratándose de nosotros. En efecto, porque para tal hombre diez libras de alimento sean demasiado y dos libras muy poco, no es razón para que un médico prescriba a todo el mundo seis libras de alimento, porque seis libras para el que haya de tomarlas, pueden ser una alimentación enorme o una alimentación insuficiente. Y así, todo hombre instruido y racional se esforzará en evitar los excesos de todo género, sean en más, sean en menos; sólo debe buscar el justo medio y preferirle a los extremos. Pero aquel no es simplemente el medio de la cosa misma, es el medio con relación a nosotros.
Hablo aquí de la virtud moral; porque ella es la que concierne a las pasiones y a los actos del hombre, y en nuestros actos y en nuestras pasiones es donde se dan, ya el exceso, ya el defecto, ya el justo medio. Así, por ejemplo, en los sentimientos de miedo y de audacia, de deseo y de aversión, de cólera y de compasión, en una palabra, en los sentimientos de placer y dolor se dan el más y el menos; y ninguno de estos sentimientos opuestos son buenos. Pero saber ponerlos a prueba [45] como conviene, según las circunstancias, según las cosas, según las personas, según la causa, y saber conservar en ellas la verdadera medida, este es el medio, esta es la perfección que sólo se encuentra en la virtud. Con los actos sucede absolutamente lo mismo que con las pasiones: pueden pecar por exceso o por defecto, o encontrar un justo medio. Ahora bien, la virtud se manifiesta en las pasiones y en los actos; y para las pasiones y los actos el exceso en más es una falta; el exceso en menos es igualmente reprensible; el medio únicamente es digno de alabanza, porque el sólo está en la exacta y debida medida; y estas dos condiciones constituyen el privilegio de la virtud. Y así, la virtud es una especie de medio, puesto que el medio es el fin que ella busca sin cesar.
Además, puede uno conducirse mal de mil maneras diferentes; porque el mal pertenece a lo infinito, como oportunamente lo han representado los pitagóricos; pero el bien pertenece a lo finito, puesto que no puede uno conducirse bien sino de una sola manera. He aquí cómo el mal es tan fácil y el bien, por lo contrario, tan difícil; porque, en efecto, es fácil no lograr una cosa, y difícil conseguirla. Por lo tanto, la virtud es un hábito, una cualidad que depende de nuestra voluntad, consistiendo en este medio que hace relación a nosotros, y que está regulado por la razón en la forma que lo regularía el hombre verdaderamente sabio. La virtud es un medio entre dos vicios, que pecan, uno por exceso, otro por defecto; y como los vicios consisten en que los unos traspasan la medida que es preciso guardar, y los otros permanecen por bajo de esta medida, ya respecto de nuestras acciones, ya respecto de nuestros sentimientos, la virtud consiste, por lo contrario, en encontrar el medio para los unos y para los otros, y mantenerse en él dándole la preferencia. 

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